El rostro de las imágenes se puede afirmar que son el centro espiritual del icono. Estos rostros son presentados generalmente viendo hacia el frente, pues "la frontalidad significa presencia" y de esa manera tienen un contacto directo con quien las observa. Se encuentran siempre en actitud de oración, ya que su pensamiento está puesto en el Altísimo, sin embargo, parecen estar interrogando permanentemente a quien se aproxima a ellas.
Algunas veces los rostros se encuentran en una posición de "tres cuartos", es decir se dirige hacia el motivo principal del icono, sin embargo, su vista va hacia el frente. Este es el caso de la Virgen de Vladimir y de la Virgen de la Pasión, en los que la cabeza de la Madre se dirige al Hijo pero su mirada está orientada hacia quienes la observan. Otro icono con estas mismas características es el de "San Lucas en su estudio de pintor", su cabeza se vuelve hacia el trabajo que está ejecutando pero su vista está fija en el frente. Estas disposiciones fueron expresamente fijadas por el "Manual Herminio", que actualmente se encuentra resguardado en algún monasterio del Monte Athos.
Algunos rostro son presentados de perfil, su explicación icnográfica sería que los personajes así presentados aún no han alcanzado la santidad, un ejemplo se tiene en el icono de la "Natividad", en el que el rostro de los pastores adopta esa posición.
La iconografía rechaza tajantemente pintar la parte posterior del rostro, es decir, la nuca. En la Grecia Clásica llamaban a los eslavos "aprosopos", que significa "los sin rostro". En un icono de San Juan Bautista o El Precursor se puede ver su cabeza separada del cuerpo pero su cara es perfectamente visible. Esta simbología se basa en en un versículo del Evangelio de San Lucas que dice "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios"
Mucho se ha dicho, en forma por demás crítica, que en los iconos el mismo modelo de rostro se repite una y otra vez. Cuanta verdad encierran estas palabras pero en vez de ser en su demérito son una alabanza ya que al ser plasmados en los iconos los rostros humanos, el hombre pasa a ser "el hombre nuevo" que habla San Pablo y que ha recibido ya la Gracia Divina pues a los ojos de Dios no existe diferencia alguna entre sus hijos.
M.Vega