
Esta enunciación plástica de la transfiguración y divinización del hombre tiene, desde luego, lugar también mediante otros procedimientos plásticos, pero especialmente por el que el teólogo moderno llama " iluminación o " estructura luminosa del Icono ortodoxo. El pintor de santos ortodoxo, en contraposición al pintor renacentista, que trabaja a partir de la sombra, estructura el Icono y le da forma literalmente a partir de la luz. En el arte del Icono, la paleta de colores se entiende como una paleta de luz. El pintor de santos mezcla los colores con luz, tal y como el santo " se mezcla con la luz, según la expresión de Simeón el Nuevo Teólogo.
Esta luz desempeña un papel peculiar en la pintura bizantina, se refiere al ser de lo representado y por consiguiente adquiere un carácter ontológico. " Dios es luz, y su humanización es la luz venida al mundo: " Pues vino y apareció la luz inaccesible. Esta luz, según San Gregorio Palamás, son las acciones no creadas de Dios. Y la luz que resplandece en los santos Iconos es precisamente esta "acción divina y, por tanto, lo esencial del contenido del Icono. La luz con la cual se ilumina el Icono ortodoxo no es la luz natural que procede de una fuente exterior determinada, de modo que obedezca a las inflexibles e impersonales leyes de la difusión de la luz en línea recta -con todas la consecuencias de estas leyes, como ocurre en el arte occidental. Es, por el contrario, una luz " que desciende de lo alto y que alumbra desde el interior lo representado, difundiéndose al mismo tiempo por todas partes, sin un foco determinado y sin punto de luz, que desharía la mostración de su ubicua presencia. Es como si bajara " fuego del cielo a la tierra e iluminara desde el interior toda la existencia humana. Para nuestra tradición iconográfica ortodoxa es la luz no creada del monte Tabor, que alumbró al Señor en el monte de la Transfiguración. Y precisamente la participación en esta luz no creada de la transfiguración substancializa lo representado, otorgándole hipóstasis e identidad; le hace ser lo que es. Una luz de tal calidad es la que ilumina las existencias benditas de lo representado, y constituye un adelanto y compromiso del octavo día de ultratumba -"llegada del Juicio Final. Por lo cual la luz del Icono tiene un carácter de " aparición divina como expresión de acciones divinas sobre lo creado y las personas que transfigura. Podríamos, pues, decir que el Icono ortodoxo hace plásticamente tangible la hermosa descripción de nuestro Padre entre los Santos Simeón el Nuevo Teólogo, referida a la transfiguración, por medio del fuego divino, es decir, por la gracia no creada, del cuerpo de los santos: " Y de este modo los cuerpos de los santos transformados por la gracia unida a su alma, o por el fuego divino, son santificados y se hacen también transparentes y llegan a ser muy diferentes de los otros cuerpos y más venerables.
De Theología y Vida.