A la mitad de esta semana, se celebra solemnemente el día justo al medio del tiempo entre la Resurrección y la Fiesta de Pentecostés. Se llama la fiesta en que Cristo, justo a la mitad de la fiesta, enseña a los seres humanos acerca de su misión salvadora y ofrece a todos “las aguas de la inmortalidad”. (Juan 7,14) Nuevamente nos recuerda la presencia del Maestro y de su promesa salvadora: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” (Juan 7,37) Pensamos una vez más en nuestra muerte y resurrección junto a Cristo por nuestro bautismo, y nuestra recepción del Espíritu Santo en la Crismación. Como dice uno de los himnos de la fiesta, “miramos hacia atrás a una, y anticipamos la otra.” Sabemos que pertenecemos a aquel Reino del Cristo Resucitado donde “el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apocalipsis 22,17; Isaías 55,1)
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