La Figura Humana
A partir de la Grecia clásica el arte occidental pretendió exaltar la belleza de la figura humana. En la Atenas de Pericles, para la elaboración de las obras escultóricas, se elegían modelos que eran arquetipos de belleza y perfección anatómica y de esa manera establecer las proporciones perfectas de cada una de las partes del cuerpo humano. El Renacimiento retomó los ideales de la estética griega.
La pintura de tradición bizantina difiere radicalmente del concepto occidental que se basa en la belleza física. En los iconos, la figura humana revela una carencia total de realismo, pretendiendo hacer patente el mensaje espiritual de esas pinturas, puesto que la belleza interior tiene primacía sobre la estética, pues el icono pretende solamente cumplir con su misión evangélica.
La pintura de tradición bizantina difiere radicalmente del concepto occidental que se basa en la belleza física. En los iconos, la figura humana revela una carencia total de realismo, pretendiendo hacer patente el mensaje espiritual de esas pinturas, puesto que la belleza interior tiene primacía sobre la estética, pues el icono pretende solamente cumplir con su misión evangélica.
La Cabeza Humana
En los iconos, la cabeza no mantiene ninguna proporción con el resto del cuerpo, pues en ella radica la inteligencia y la sabiduría, así como también es la receptora de las luces de Dios.
La cabeza femenina siempre es presentada cubierta por el manto o por algún otro tocado, ocultando por completo el pelo.
En los iconos del Niño Jesús y de algunos santos, como San Nicolás, San Basilio sus cabezas son representadas de un gran tamaño y con la frente abombada, significando que detentan una inteligencia superior y que ésta es asistida por el Espíritu Santo.
Las cabezas de Cristo, la Virgen (Teothokos), Ángeles y santos se encuentran siempre rodeadas de un "nimbo", generalmente dorado, que representa la "Luz de Dios".
El Rostro
El rostro de las imágenes se puede afirmar que son el centro espiritual del icono. Estos rostros son presentados generalmente viendo hacia el frente, pues "la frontalidad significa presencia" y de esa manera tienen un contacto directo con quien las observa. Se encuentran siempre en actitud de oración, ya que su pensamiento está puesto en el Altísimo, sin embargo, parecen estar interrogando permanentemente a quien se aproxima a ellas.
Algunas veces los rostros se encuentran en una posición de "tres cuartos", es decir se dirige hacia el motivo principal del icono, sin embargo, su vista va hacia el frente. Este es el caso de la Virgen de Vladimir y de la Virgen de la Pasión, en los que la cabeza de la Madre se dirige al Hijo pero su mirada está orientada hacia quienes la observan. Otro icono con estas mismas características es el de "San Lucas en su estudio de pintor", su cabeza se vuelve hacia el trabajo que está ejecutando pero su vista está fija en el frente. Estas disposiciones fueron expresamente fijadas por el "Manual Herminio", que actualmente se encuentra resguardado en algún monasterio del Monte Athos.
Algunos rostro son presentados de perfil, su explicación icnográfica sería que los personajes así presentados aún no han alcanzado la santidad, un ejemplo se tiene en el icono de la "Natividad", en el que el rostro de los pastores adopta esa posición.
La iconografía rechaza tajantemente pintar la parte posterior del rostro, es decir, la nuca. En la Grecia Clásica llamaban a los eslavos "aprosopos", que significa "los sin rostro". En un icono de San Juan Bautista o El Precursor se puede ver su cabeza separada del cuerpo pero su cara es perfectamente visible. Esta simbología se basa en en un versículo del Evangelio de San Lucas que dice "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios"
Mucho se ha dicho, en forma por demás crítica, que en los iconos el mismo modelo de rostro se repite una y otra vez. Cuanta verdad encierran estas palabras pero en vez de ser en su demérito son una alabanza ya que al ser plasmados en los iconos los rostros humanos, el hombre pasa a ser "el hombre nuevo" que habla San Pablo y que ha recibido ya la Gracia Divina pues a los ojos de Dios no existe diferencia alguna entre sus hijos.
Algunas veces los rostros se encuentran en una posición de "tres cuartos", es decir se dirige hacia el motivo principal del icono, sin embargo, su vista va hacia el frente. Este es el caso de la Virgen de Vladimir y de la Virgen de la Pasión, en los que la cabeza de la Madre se dirige al Hijo pero su mirada está orientada hacia quienes la observan. Otro icono con estas mismas características es el de "San Lucas en su estudio de pintor", su cabeza se vuelve hacia el trabajo que está ejecutando pero su vista está fija en el frente. Estas disposiciones fueron expresamente fijadas por el "Manual Herminio", que actualmente se encuentra resguardado en algún monasterio del Monte Athos.
Algunos rostro son presentados de perfil, su explicación icnográfica sería que los personajes así presentados aún no han alcanzado la santidad, un ejemplo se tiene en el icono de la "Natividad", en el que el rostro de los pastores adopta esa posición.
La iconografía rechaza tajantemente pintar la parte posterior del rostro, es decir, la nuca. En la Grecia Clásica llamaban a los eslavos "aprosopos", que significa "los sin rostro". En un icono de San Juan Bautista o El Precursor se puede ver su cabeza separada del cuerpo pero su cara es perfectamente visible. Esta simbología se basa en en un versículo del Evangelio de San Lucas que dice "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios"
Mucho se ha dicho, en forma por demás crítica, que en los iconos el mismo modelo de rostro se repite una y otra vez. Cuanta verdad encierran estas palabras pero en vez de ser en su demérito son una alabanza ya que al ser plasmados en los iconos los rostros humanos, el hombre pasa a ser "el hombre nuevo" que habla San Pablo y que ha recibido ya la Gracia Divina pues a los ojos de Dios no existe diferencia alguna entre sus hijos.
Extractado de Bizancio
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